Es una escena habitual a la salida de cualquier centro escolar: los adolescentes revisan con ansiedad su móvil en el mismo instante en que cruzan la puerta del colegio o del instituto. Dentro no pueden utilizarlo, pero parecen movidos por una especie de urgencia inaplazable en cuanto están fuera del centro. Algunos de ellos sufrirán una adicción al móvil, un problema creciente que afecta a menores, pero también a adultos. De hecho, la Policía Nacional reconoce que en los últimos tiempos ha aumentado el número de intervenciones motivadas por llamadas de los padres que no pueden controlar la ira de sus hijos cuando se les retira el teléfono. Las tres motivaciones principales de los menores para conectarse al móvil son: acceder a redes sociales, escuchar música y buscar información relacionada con los deberes. Ya a mayor distancia están revisar el correo electrónico, buscar información de interés personal, ver series de televisión o películas, jugar y hacer compras. Aunque sociedades médicas, como la Sociedad Americana de Pediatría, alertan de los peligros de que los menores de tres años se expongan de manera habitual a pantallas electrónicas, los niños se inician cada vez con mayor precocidad en ellas. Así, en España, la edad media en que los bebés comienzan a usar TICs (tecnologías de la información y la comunicación) está en el año de edad. ¿CUÁNDO HAY ADICCIÓN? Los estudios revelan que los niños que más abusan del móvil tienen entre 12 y 16 años. “Cualquier actividad que provoca satisfacción en nuestra vida diaria puede convertirse en una conducta adictiva si se pierde el control sobre su uso, si nos hace perder la libertad”, destaca José Antonio Luengo Latorre, psicólogo, vicesecretario del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid y profesor de la Facultad de Educación de la Universidad Camilo José Cela de Madrid. Un menor con adicción al móvil muestra “inquietud, impaciencia e irritabilidad, especialmente cuando no puede tener acceso a sus dispositivos. También hay una disminución significativa en la comunicación con las personas con las que convive y el deterioro de estas relaciones”, explica el experto. Si la adicción es grave, estar en contacto con el móvil se convierte en la forma de aliviar la sensación de inquietud y malestar que supone no permanecer en línea. Según destaca el psicólogo José Antonio Luengo, “algunos comportamientos recientes nos sitúan a adolescentes y adultos en la frontera de conductas que podrían llegar a ser claramente adictivas en relación a las nuevas tecnologías de la información”. Así, entre los nuevos fenómenos están los siguientes: Phubbing(“menosprecio con el que tratamos a las personas con las que estamos físicamente, al dar prioridad a las relaciones que mantengo a través de mi dispositivo móvil”; Alone togheter (juntos, pero ausentes de lo que pasa a nuestro alrededor”, Nomofobia (ansiedad cuando se quedan sin acceso a este dispositivo, FOMO (“miedo a perderse algo” o Vamping (uso de aparatos electrónicos durante la noche”). UN VERANO CONTROLADO “El verano es el momento del año en que la luz nos permite más contacto con la naturaleza y con otros seres humanos. Es el momento propicio para iniciar una buena pauta de uso de dispositivos electrónicos”, insiste Pere Cervantes. Sus propuestas son:
  • “No dejar al niño con el móvil o la tableta mientras yo hago otra cosa. Cuando son pequeños debemos estar hombro con hombro con ellos para vigilar lo que ven y compartir ese espacio digital con ellos”.
  • “Poner nuevos límites en el uso de los dispositivos electrónicos, aplicándolos a toda la familia y empezando por los padres”.
  • “No hacer reducciones drásticas del consumo de dispositivos; no son eficaces”.
  • “Fomentar el diálogo entre padres e hijos, educándolos en el buen uso de la tecnología desde los 5-6 años”.
Por su parte, José Antonio Luengo recalca la necesidad de que los padres sean “reflexivos y responsables, por ejemplo, a la hora de afrontar qué dispositivos y herramientas están dispuestos a poner en sus manos y a qué edad. No deberían valer excusas sobre si se trata de regalos familiares o si nuestro hijo puede ser el único que no tenga en sus manos determinado dispositivo”. Además, insiste en la importancia de que haya “coherencia entre lo que pedimos a nuestros hijos y lo que nosotros representamos” y en la “capacidad de influencia que tengamos para orientar y supervisar lo que hacen, cómo y cuándo lo hacen”. Formación desde el cole “Aunque en los últimos años en los centros educativos se ha incrementado la demanda de conferencias acerca de los peligros de Internet, la realidad es que la afluencia de personas que asisten a estas charlas sigue siendo muy escasa, y donde debía haber 500 padres hay 50. Esto asusta, proque en otros países como los nórdicos, la presencia de padres sería casi absoluta”, reflexiona Pere Cervantes. Para José Antonio Luengo, desde los centros educativos “se debe trabajar con acciones específicas en el marco de la acción tutorial y con el protagonismo del alumnado”. En este sentido cita la iniciativa Alumnos Ayudantes TIC, como un modelo de trabajo en los centros educativos en los que son los propios alumnos los que enseñan a sus compañeros el buen uso y los riesgos del mundo digital.