En los últimos seis meses se han estrenado cinco películas españolas que, de una manera u otra, ponen el foco en la maternidad. ¿Es una moda, puro postureo o una conquista, un tema que cobra un decisivo protagonismo? Que cuatro de las cinco películas estén dirigidas por mujeres –cuando hace años eran pocas las mujeres que se sentaban en la famosa silla del director– hace pensar que más que moda es conquista: la convicción de que estamos ante una realidad que merece la pena ser contada y que hay cineastas decididas a explorarla. La maternidad ha llegado a la pantalla para quedarse.

Hace poco, en una entrevista como documentación del reportaje Los retos del feminismo, Lidia Falcón sentenciaba: “La maternidad es la primera opresión de la mujer; por eso las mujeres no quieren ser madres”. Su afirmación no sorprende demasiado porque es uno de los leit motiv de la segunda ola del feminismo, ese que se extiende entre los años 60 y 80 del siglo pasado.

Lo curioso es que esa misma semana, dos conocidas actrices españolas hablaban con orgullo y convencimiento de la maternidad: Bárbara Lennie decía que traer un hijo al mundo era la mayor locura que había hecho por amor y que el futuro pasaba por ese acontecimiento, mientras que Amaia Salamanca afirmaba: “La maternidad cambia la vida en general. Lo primero que cambia es tu percepción de la vida, te hace madurar de repente porque ahora ya hay una persona, o varias, de las que te tienes que ocupar y siempre quieres protegerlas y dejarles el mejor legado posible”.

Coincidiendo con estas declaraciones, la cantante Rigoberta Bandini lanzaba su primer disco con un nuevo single, Canciones de amor a ti. Ese ti al que está dedicado el tema es su hijo, y la letra es una oda a la maternidad. Bandini reconoce con rotundidad en la letra que ser madre es “como estar vivo con 2.000 tentáculos más, para lo bueno y para lo malo, ¿eh? A veces hay cosas que ¡ah! dolor, miedos… pero, joder, ¡es bestia!”.

Para completar este rápido repaso, también en esos mismos días, la escritora Ana Iris Simón anunciaba un paréntesis en su columna semanal del diario El País porque iba a dar a luz a segundo hijo. La columna hablaba, por supuesto, de la maternidad, y muchos recordaron la suculenta disputa que había mantenido hacía solo un par de meses con otra escritora, Elvira Lindo, que había criticado la presencia excesiva de la maternidad en libros, entrevistas y posts de redes sociales…

Y eso que Elvira Lindo no le había echado un ojo a la cartelera. Porque solo en los últimos seis meses se han estrenado cinco películas españolas, dirigidas por cineastas españoles –cuatro mujeres y un hombre– que analizan la maternidad desde una perspectiva feminista… pero a años luz de los postulados que consideran la maternidad como una opresión. Hablamos de la recién estrenada La maternal, de Pilar Palomero; de El agua, de Elena López Riera; de Girasoles silvestres, de Jaime Rosales; de Cinco lobitos, de Alauda Ruiz de Azúa, y del cortometraje de Carla Simón Carta a mi madre para mi hijo.

Ninguna de las películas presenta una maternidad de cuento de hadas, ni maquilla las dificultades que conlleva traer un hijo al mundo, ni eluden la carga que supone cuidarlos

Y no es una tendencia que se quede en España; el año pasado, la peruana Claudia Llosa dirigía un absorbente thriller sobre la maternidad, Distancia de rescate, mientras que el ecuatoriano Javier Andrade presentaba en el último festival de Toronto Lo invisible, una cinta sobre los desafíos de la maternidad en edades maduras, y la noruega Yngvild Sve Flikke estrenaba hace unos meses Ninjababy, una iconoclasta dramedia que relata cómo impacta el embarazo no deseado en una joven inmadura y bastante superficial.

El cine suele poner el foco en aquellas cuestiones que interesan en la sociedad y parece que este tema interpela. Un recorrido por los temas y enfoques quizás aporte alguna pista.

Rodar desde las vísceras

Si en algo coinciden los cinco títulos es en que adoptan un tono muy cercano al documental. En algunos casos, como el corto de Carla Simón, porque parten directamente de una vivencia personal. La cineasta catalana perdió de niña a sus padres –narra su proceso de duelo en la magnífica Verano 1993– y decide grabar este cortometraje embarazada de su primer hijo para hablarle de su abuela y trabar una conversación con la madre que no conoció.

Cinco lobitos también se basa en la experiencia personal de su directora, Alauda Ruiz de Azúa, que escribió el guion de la película después de ser madre. “Los relatos que encontré sobre la maternidad o eran cómicos o muy locos o muy épicos, no me servían para lo que estaba viviendo, no me identificaba”. Este fue el origen de una exploración personal sobre la maternidad, sobre los cuidados y sobre el viaje de ida y vuelta –de padres a hijos– que recorre el ser humano.

También se basó Elena López Riera en sus recuerdos para escribir y dirigir El agua, una película que se sostiene sobre el eje de tres mujeres –hija, madre y abuela– de tres generaciones muy diferentes pero que coinciden en la importancia que otorgan a la relación madre-hija.

En el caso de las otras dos películas –Girasoles silvestres y La maternal–, el origen no fue tanto la experiencia personal propia sino la de otros. Para contar la vida de Julia, una joven madre soltera con dos hijos, Jaime Rosales se inspiró en el reportaje de una norteamericana que contaba sus diferentes relaciones sentimentales, mientras que Pilar Palomero, para escribir La maternal, investigó a fondo las vidas de algunas madres adolescentes que vivían en una casa de acogida en Barcelona.

En cualquier caso, hablamos de películas que emocionan porque no tiran de inventario, ni de eslóganes ni de ingenierías sociales. Tiran de la experiencia y de la observación. Tiran, en el fondo, de la realidad, que es el material más cinematográfico que existe.

Sin filtros

Y tiran de una realidad sin filtros ni edulcorantes. Ninguna de las películas presenta una maternidad de cuento de hadas, ni maquilla las dificultades que conlleva traer un hijo al mundo, ni eluden la carga que, muchas veces, suponen los cuidados. En Cinco lobitos vemos a Amaia llorando de dolor mientras da de mamar a su hijo (una imagen muy poco vista en una pantalla) o desquiciada ante los interminables llantos del pequeño. Lo mismo le ocurre a la jovencísima Carla –la protagonista de La maternal–, que termina también fundiendo su llanto con el del bebé. La vida de Julia, a pesar de lo que pudiera parecer, no gira alrededor de sus conquistas amorosas, sino alrededor de sus hijos… como ha girado la vida de las abuelas de Cinco Lobitos y El agua. La familia gira alrededor de ellas… porque su existencia ha girado en torno a las vidas de sus hijos.

De distintas maneras, las cinco películas exploran también los miedos de la maternidad. Un miedo que puede convertirse en terror cuando es el primer hijo el que se cae de la cuna o cuando la inexperiencia convierte en la imaginación cualquier pequeño dolor en una enfermedad mortal. La presencia, otra vez, de los abuelos –una presencia vital en las cinco películas– es un necesario contrapunto, una especie de capa protectora de indudable eficacia.

Y hay miedos más inmateriales. En su cortometraje, Carla Simón explora el miedo a la memoria o, mejor dicho, a la no memoria. Un miedo personal –pues confiesa no tener recuerdos de sus padres– que la cineasta exorciza en su cine como en su vida, recurriendo a esa red existencial y emocional que es la familia. O el miedo a la soledad de Julia, un miedo que no es solo el de no encontrar un compañero sentimental sino, sobre todo, no encontrar un padre para sus hijos.

“He visto cómo las familias se estructuran atendiendo a quién cuida a quién, y unas veces nos cuidan y otras somos cuidados y, sin embargo, no siempre valoramos estos cuidados que son imprescindibles” (Alauda Ruiz de Azúa)

O el miedo al futuro y a lo que vivirán sus hijos, miedo a que sean infelices o a que carguen con el peso de los errores de los padres; un miedo voraz en el caso de las madres adolescentes de La maternal y un miedo más sordo en las madres y abuelas de El agua.

Un miedo, en el fondo, muy común, porque la maternidad, como señala Pilar Palomero, es “dar, dar y dar”, implica salir de una misma y te pone enfrente ante una nueva vida de la que eres responsable. Y la responsabilidad, sobre todo si media el cariño, siempre provoca vértigo.

Historias duras pero luminosas

Sin embargo, ni el realismo ni los miedos, ni el deseo de evitar un retrato edulcorado de la maternidad impiden que estemos hablando de películas decididamente luminosas. Entre otras cosas, porque todas ellas otorgan un valor importante a la maternidad. Y, de hecho, Carla Simón y Alauda Ruiz de Azúa, que partieron de sus vivencias para escribir sus producciones, coinciden en señalar que trabajaron con menos estrés porque estaban en una situación vital en la que sus hijos eran infinitamente más importantes que sus películas. Esa convicción se traslada a la pantalla. La maternidad se vive con realismo, sin esquivar su complejidad, pero como un acontecimiento capaz de dar sentido a toda la vida. Y, eso, a pesar de las dificultades.

Quizás las más evidentes son las que refleja La maternal. Pilar Palomero ha sido muy respetuosa con cada una de las historias que sirvieron como documentación para la película, pero en la rueda de prensa de presentación de la cinta, algunas de las chicas que intervienen en la cinta no tuvieron empacho en reconocer que la maternidad –aun en esas circunstancias– les había hecho crecer, salir de sí, madurar y ser felices junto a sus hijos. Tampoco duda Alauda Ruiz de Azúa a la hora de defender la necesidad de los cuidados: “He visto cómo, muchas veces, las familias se estructuran atendiendo a quién cuida a quién, y unas veces nos cuidan y otras somos cuidados y, sin embargo, a veces no valoramos estos cuidados que son imprescindibles”.

Julia, Paula, Amaia, Anna, Isabella… Todas las madres de las películas son madres coraje, mujeres fuertes aunque vulnerables y para las que la maternidad es una fuente de felicidad y un eje sobre el que se apoya su existencia. Son mujeres conscientes de que la mayor empresa que tienen entre manos son sus hijos.

La ausencia del padre

Por último, llama la atención en los cinco títulos la ausencia del padre. Una ausencia absoluta en el caso de La maternal y El agua, casi absoluta en el corto de Carla Simón y una presencia contradictoria en Cinco lobitos y Girasoles silvestres. Es precisamente en este último título –el único dirigido por un hombre– en el que los personajes masculinos tienen una mayor presencia y lo que explica también, en parte, el porqué de esa desaparición.

La película de Jaime Rosales explora la crisis de masculinidad que refleja una gran parte del cine actual. Un cine que, una vez más, funciona como espejo social. Los tres protagonistas masculinos de Girasoles silvestres muestran su dificultad de salir de sí mismos para volcarse en la otra persona, de olvidarse de sus gustos o aspiraciones para acompasarlos a los de sus hijos o los hijos de Julia. En algunos casos no es maldad, es incapacidad. Y un patente desequilibrio con sus parejas. Como el que muestra Javi, la pareja de Amaia; su buena voluntad no es suficiente para acompañar a Amaia y esa asimetría amenaza con hacer saltar por los aires su relación.

Pero no es solo la crisis de masculinidad –que daría para otro análisis– la “culpable” de esta ausencia. Hablamos de películas dirigidas por mujeres, muy testimoniales, que encierran también una crítica –especialmente La maternal– de unas relaciones afectivas y sexuales con un coste muy superior para las mujeres que para el hombre y, sobre todo, que se centran en esa realidad tan biológicamente tozuda de lo que significa para una mujer ser madre.

Y hablamos también, en el fondo, de unas películas que no se escapan –no quieren escaparse– a una mirada feminista. Ninguna de las cuatro cineastas, comprometidas con la igualdad y orgullosas de que cada vez haya más mujeres dirigiendo películas, lo niega. Pero es un feminismo que no considera la maternidad ni como una opresión ni como una maldición. Al contrario, han encontrado en la maternidad un acontecimiento que merece la pena ser contado y una valiosísima fuente para narrar historias y para entender un poco más al ser humano. Y si, además, quienes dirigen películas son mujeres y son madres, hay guiones para rato.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta